Se hace difícil dimensionar hoy lo que significó Guillermo Heriberto Bauer para el handball argentino. Fue el ideólogo y el conductor de una verdadera revolución positiva que sacó a la especialidad de una medianía y un letargo del que nunca había logrado desprenderse desde su aparición en 1921.
Se destacó como jugador de la Sociedad de Gimnasia de Los Polvorines (que por entonces era de Vicente López) en las épocas del handball de campo a 11. Tuvo un paso fugaz por Independiente y San Lorenzo cuando el club fue expropiado en la década del 50. Se desempeñó luego como dirigente de su institución, en la que llegó a ocupar la presidencia, y la representó reiteradamente ante la Confederación Argentina. Como tal asumió la conducción de la entidad en 1970, y la gobernó hasta 1972; para retornar al cargo y ejercerlo entre 1989 y 1992.
En 1970 el balonmano criollo federativo se circunscribía a escasos quince clubes de la ciudad y del Gran Buenos Aires, entre los que tenían actividad contínua y sistemática apenas un puñado que encabezaban River y los clubes de la colectividad alemana, con el incipiente apoyo de los profesores de Educación Física que formaba Alfredo Miri en el INEF. En el interior solo jugaban en la colectividad alemana de Misiones y en la danesa de Necochea, casi sin intercambio con la Federación Argentina, a la que no estaban afiliados. La actividad internacional era nula.
En ese marco asume Bauer el gobierno. Es un hombre de pocas palabras y mucha acción. Un gerente de empresas industriales, acostumbrado a tomar decisiones y a gestionar con ejecutividad. Lo acompaña un reducido grupo de dirigentes dispuestos a cambiar las cosas.
Propone dos ideas fuerza, insólitas para la época: federalizar e internacionalizar nuestro deporte. No fueron muchos los que le creyeron, pero, en poco más de dos años, se crearon los Torneos Argentinos para mayores, juveniles y damas; se oficializó la competencia femenina metropolitana; se afiliaron a la FAH las flamantes federaciones provinciales de Misiones, Mendoza, Necochea y Córdoba; se reactivó la relación deportiva con Brasil, luego de 20 años sin enfrentamientos; la selección jugó por primera vez en torneos oficiales IHF; el Gummersbach, campeón alemán, se presentó en el Luna Park y se obtuvo la sede para organizar, en 1973, la Eliminatoria Americana para el Mundial 74. Un verdadero torbellino de nuevas cosas que cambió para siempre el Balonmano nacional.
Necesidades profesionales y familiares lo obligaron a no aceptar una reelección que estaba asegurada. Su impronta marcó los años siguientes e impulsó el desarrollo que sobrevino.
Tiempo después, hacia 1989, es convocado nuevamente para conducir la CAH. Se hace cargo en diciembre de ese año. Arranca con el ímpetu que siempre lo ha caracterizado y sus primeras medidas apuntan a reorganizar los certámenes argentinos y nacionales que pasaban por una etapa de contínuas postergaciones y suspensiones, incorporando el concepto de regionalización para reducir costos. Consolida la actividad internacional, potenciando la Comisión de Selecciones Nacionales. Argentina juega por primera vez un campeonato mundial ( el “B” en Austria 1992).
Sin embargo, la realidad política interna de la institución era muy diferente a la que reinaba en los setenta. La dirigencia de FeMeBal, que había propiciado su retorno, pretendía condicionar de alguna manera la gestión de Bauer, lo que resultaría para él inaceptable. Ciertos desentendimientos con relación a la conducción de los seleccionados nacionales, colmaron su medida y resolvió dar un paso al costado a mediados de 1992, cuando le quedaba mucho por hacer…
Ha sido un hombre fundamental en la historia de nuestro deporte. Fue quien primero lo imaginó moderno, federal, organizado y con proyección internacional. Trabajó para lograrlo y sentó las bases que permitieron que ello ocurriera finalmente. El handball argentino lamenta su pérdida y agradece para siempre su aporte.