Los Gladiadores arrasaron con sus pares chilenos al vencerlos 35 a 17 en lo que significó el último partido de Andrés Kogovsek con la camiseta nacional.
Con las palabras del gran capitán aún endulzando sus oídos. Con las memorias frescas del sabor de haber acompañado –algunos- o visto –otros- a Andrés Kogovsek luciendo la celeste y blanca y alzándose con la gloria. Así entró hoy el equipo argentino al campo de juego de SAG Ballester para enfrentar a los trasandinos. Instantes atrás, el “7” de los Gladiadores había recibido una plaqueta por parte de Mario Moccia en agradecimiento por los laboriosos años de servicio de sus manos y su corazón.
En ese marco, los de Eduardo Gallardo salieron decididos a aplastar a un rival que contó con muy poco de sus mejores exponentes. Los locales sacaron una diferencia considerable en un lapso corto de tiempo y a partir de allí se basaron en las debilidades chilenas a la hora de definir y en una buena circulación de balón coronada con goles de Vieyra o Pizarro, para continuar ampliando la ventaja. Hasta que a los 28 de la etapa inicial ingresó el hombre de la tarde, el hombre de tantísimas tardes, para quebrar su muñeca y convertir haciendo estallar el estadio. El público, agobiado por el calor, pareció insertado en un infierno absoluto cuando vio a su héroe Cogote marcando un segundo tanto en tan solo un instante. 18 a 7 en favor de los argentinos indicó el tablero al finalizar el acto inicial.
En la segunda mitad se intensificaron los caminos que separaron a los dos conjuntos. Argentina siguió lastimando con Banchi Ojea y Guido Riccobelli como armas filosas, mientras que Chile jamás encontró una reacción que le permitiera salir de la desazón que le produjo el trámite del juego.
Andrés entró a jugar los minutos finales, que transcurrieron con esa calma típica de los partidos más olvidables hasta el minuto 29 con 44 segundos. “Estábamos en defensa de uno, ví que un jugador de Chile penetró más de lo debido. Habitualmente salgo a robar y más cuando queda tan poco. Cuando la ví en el aire y me quedó, en el tramo hasta el arco pensé en mi vida y tiré lo que Dios quiso que tirara, porque fue lo que salió”. De esa manera cuenta su gol, el de los últimos 15 segundos de su carrera, el último gol de su vida con la albiceleste, el inmenso Kogovsek. “Los chicos me habían preguntado si quería tirar la última pero yo les dije que no, que Andrés no había venido y que tenían que jugar como si yo no estuviera porque esto es un partido serio. Si me quedaba la tiraba, y si no que le tirara otro. La vida es así”, continúa el ahora ex capitán de nuestro seleccionado.
“No me esperaba volver a jugar con esta camiseta. Cuando me invitaron me sentí como un chico. Es un placer enorme. A Dady le debo mucho y le estoy eternamente agradecido por haberme llamado para hoy. Gran parte de lo que me tocó vivir en el handball fue al final de mi carrera y él fue muy importante en eso”.
El próximo 7 de enero cumplirá 40 años. Es un astro del handball nacional, y no sólo por su habilidad y su coraje, también porque es un hombre tan sensible que aún habiendo experimentado las situaciones más diversas dentro del balonmano, es capaz de emocionarse hasta llorar al observar a la gente regalándole ilusiones desde las gradas. Hasta llorar. Andrés Kogovsek encarna el respeto con el que se deben enfrentar tanto el deporte como la vida. Y se abraza con Eduardo Gallardo. Y le dice “gracias”. Y después con el resto de los Gladiadores, que lo esperan ansiosos. ¡1…2…3… Argentina! Miles de autógrafos y fotos.
Las luces del estadio se apagan. Pero el corazón del capitán no se apagará jamás.
Por Santiago Menichelli – Prensa CAH