Tierra del Fuego, otra de las afiliadas que hacen sus primeras armas en Argentinos de Selecciones, venció a Bahía Blanca por 37 – 11. Los dirigidos por Carlos Zorrozua sumaron su primera victoria en el torneo Juvenil Masculino «B» disputado en Embalse.
Desde el primer minuto quedó en evidencia la diferencia entre un equipo que hizo todo bien y otro que intentó imitarlo pero que nunca pudo conseguirlo. En ese juego de palabras, los de Tierra del Fuego siempre fueron los decanos del buen Handball y los bahienses sus dignos alumnos. La diferencia no solo estuvo en el conjunto de los equipos, también lo fue a nivel individual y esto último reforzado por la gran actuación del fueguino Maximiliano Muriño que estuvo intratable (12 goles en el partido) con sus constantes amagues y penetraciones, como desde los 9 metros. En el brazo de su armador y en la imponente presencia de su arquero Ariel Almonacid, Tierra del Fuego se hizo gigante y sacó un parcial de 4-0 en escasos minutos de la primera parte.
Bahía hizo lo posible para progresar y mantenerse en partido, pero sin lugar a dudas estuvo en esos días donde ni desde los 7 metros se puede hacer daño. Si además se suma errores infantiles y de manejo con varias exclusiones de forma consecutiva, partido irremontable. Así fue, Tierra del Fuego ganaba 18 a 8 al cierre de los primeros treinta y se perfilaba a llevarse la victoria de forma cómoda.
La expectativa quedaba para la segunda parte, si los chicos dirigidos por José Sumay mostrarían algo diferente o si la cuestión pasaba por cuantos goles de diferencia sería la victoria de la selección más austral del país. Nada cambió en el complemento, sobre todo en Tierra del Fuego que siguió demostrando su agresividad en ataque y su fortaleza en defensa. Festejado gol de Martín Gutierrez (TdF) y en la siguiente, espectacular atajada del arquero fueguino. Hasta ahí llegó la ilusión bahiense que terminó cayendo por un contundente 37 – 11 frente a una selección de Tierra del Fuego que sorprendió a muchos por su gran nivel y funcionamiento.
Por Rodrigo Alzugaray