En el partido que cerró la penúltima jornada del Sudamericano Femenino de Cadetes, el seleccionado albiceleste venció 18:12 a su par celeste y quedó en el tope de la tabla de posiciones. De ganar el partido de mañana frente a Brasil, se consagrarán campeonas del certamen.
Intenso. Así fue el juego durante los 50 minutos del encuentro entre el conjunto argentino y uruguayo. Un partido en el que los bombos y las cornetas nunca dejaron de sonar, así como tampoco lo hicieron las gargantas rioplatenses, enardecidas alentando a sus representantes.
La primera mitad se desarrolló de igual modo durante los 25 minutos reglamentarios. Palo a palo, gol a gol. El que se distraía perdía el hilo de la película, ya que las jugadoras corrían y anotaban incesantemente. El combinado anfitrión contaba con la presencia de Camila Dominicci, ama y señora de los tres postes argentinos; de igual manera Camila Bonazzolla y Daniela Olmedo se pusieron el equipo al hombro y generaban jugadas de peligro en cada ataque argentino. En la vereda de enfrente, Martina Barreiro creaba y definía situaciones que ponían constantemente al equipo uruguayo en carrera.
A los diez minutos el tanteador asentaba un 4:4 que demostraba a las claras el alma del partido: parejo y muy físico. Con rudeza, en algunos momentos exacerbada, el conjunto local se vestía de muralla impenetrable, aunque tal situación le trajo como saldo varias amonestaciones y exclusiones consecutivas, aprovechadas por la escuadra contraria. Con las chicas corriendo cada pelota como si fuese la última, el primer período finalizó con un 9:8 en favor de Argentina, anticipando un final vibrante.
Segundo acto. Mismos personajes, mismo guion. Corridas, sudor, zambullidas por el piso para recuperar balones. Las integrantes de ambos seleccionados buscaban justificar por qué habían llegado a este partido en la cima de la tabla. Las del pelo recogido con cinta celeste y blanca comenzaron un poco mejor, marcando a la media hora de juego una diferencia de 11:8. Las uruguayas, por su parte, proponían un juego de traslado del balón buscando la penetración justa que desembocara en el abatimiento de la valla contraria.
“Celeste, yo soy”, caía desde la tribuna. Con uñas y dientes intentaban incentivar a las charrúas, quienes en la búsqueda de la remontada sucumbían ante los contragolpes argentinos. Faltando quince minutos el tablero luminoso sentenciaba un 13:8 para las dirigidas por Leticia Brunati. El banco local parecía estallar luego de cada gol, entre ellos los de una inspiradísima Bonazzolla que hacía alucinar a todos con exquisitas definiciones.
Faltando 5 minutos, una luz de seis goles preanunciaba lo inevitable. Las de indumentaria azul, de brillante partido, se encaminaban a quedar como únicas líderes y con grandes chances de campeonar. Finalmente el pitazo final llegó. Fue 18:12 para la Selección Argentina.
Por Sebastián Ocampo