Uruguay consiguió una victoria clave frente a las brasileras con un final conmovedor. Fue 27 a 24, y llevan dos conquistas en este Sudamericano de Cadetes.
La Celeste había vencido a Paraguay 22 a 13. Por su parte, las brasileras también habían conseguido los dos puntos porque triunfaron ante Chile 29 a 22. Las orientales aprovecharon la jornada del sábado para estudiar a sus contrincantes de hoy. Conocían las ventajas físicas de las chicas de la verdeamarela. Sabiamente se dieron cuenta de que la palabra clave era la contundencia. Y así empezó Uruguay a jugarle a Brasil.
La precisión uruguaya chocó desde los primeros instantes con la imponente potencia corporal de las brasileras. Uruguay definió muy bien y consiguió una ventaja que se alternó entre uno y dos goles. Después supo mantenerla a lo largo de la primera etapa con un empuje digno de admiración. La arquera de Uruguay, Paola Santos, y una defensa extremadamente tenaz alcanzaron para resistir a los embates de sus rivales. Pareció que a Brasil le incomodó la forma en que sus rivales les plantearon el partido. Se notó incluso desde el banco de suplentes; mientras el entrenador brasilero Cristiano Rocha se enojaba con sus jugadoras y destilaba fastidio en sus gestos, Silvana Renom, la Directora Técnica de Uruguay, celebraba los aciertos de sus chicas. Pero el desgaste físico de las orientales fue colosal, y no iba a ser fácil de mantener esa exigencia de los cuerpos. 13 a 12 terminó el primer tiempo para las rioplatenses.
Con enorme lucidez, Renom cambió la estrategia de su equipo para la segunda parte. Uruguay bajó un poco el ritmo. Conocían muy bien sus cartas y las que le quedaban a Brasil. Como suponían, las brasileras salieron a buscar el partido y entonces el contragolpe uruguayo lastimó con dureza. La ventaja incluso se prolongó. Con Viviana Baz en un juego ofensivo trascendental, las Celestes creyeron que iban a culminar con mayor tranquilidad. Pero, otra vez, las de Rocha emergieron y lucharon por lo suyo. Sacaron a relucir sus armas y llegaron al empate cuando quedaban 10 minutos para el final. Se hacía inaguantable el resultado. Parecía que Uruguay había escondido en su casa un preciado tesoro, y que Brasil intentaba ingresar a toda costa, castigando las puertas y ventanas tapiadas.
Las del país tropical atacaban con insistencia, aunque cada vez más agobiadas. La inteligencia con que Uruguay soportaba los embates era desesperante para ellas. La diferencia era de dos goles, y luego de sólo uno. Allí la arquera uruguaya volvió a lucirse, y Camila Silveira la defendió como a una hermana en medio de una sangrienta batalla. El estadio se sentía cada vez más pequeño. El calor era victimario de todos. La excitación se hacía protagonista. Los gritos, la angustia y el agotamiento de todas las jugadoras en el campo. Y así fue hasta el final. Restaban apenas 20 segundos y Brasil tenía el balón, pero cuando los uruguayos vieron que Martina Barreiro, su número 4, interceptó un pase y con una finta se abrió el camino al arco rival, supieron que todo estaba dicho. La moneda había caído de su lado. O mejor dicho, la habían hecho caer de su lado. Después la chicharra sonó. El tablero señaló 27 a 24. Uruguay festejó a lo grande. Querrán que estos instantes de alegría duren para siempre.
Por Santiago Menichelli