Gente de todas las federaciones se acercó al Club Regatas de Resistencia para ver la definición de la gran final de Menores Oro Masculino entre la Federación Metropolitana y la Asociación Mendocina. Aunque se esperaba un duelo ejemplar teniendo en cuenta el antecedente reciente del choque en la ronda preliminar, en la que se impusieron los mendocinos, nadie pensó jamás que su corazón iba a latir tan fuerte al compás de una pelota de handball.
En los primeros minutos se notó que los porteños habían salido muy enchufados. Mendoza estaba calmo. Quizás demasiado calmo para un partido de estas características. “Despierten chicos, despierten”, rogaba el entrenador Fabián Ampuero buscando la reacción de sus jugadores. Y realmente les costó, pero de a poco pudieron ir equiparando la notable actuación con la que inició el juego FEMEBAL.
El juego asociado y las rotaciones eran lo mejor del equipo con más historia de la Confederación. Pero la defensa mendocina consiguió capear el temporal que en los primeros trances representaba cada ataque de sus contrincantes. De esa manera, se fueron al descanso con un tanteador equilibrado.
Para la segunda etapa los metropolitanos afianzaron aún más su defensa, siendo capaces de resistir a los embates mendocinos, que se incrementaban en número y potencia. La preocupación mayor pasó por la sequía goleadora que empezó a padecer FEMEBAL con el correr de los minutos. Emiliano Lucentini volvió a aparecer para Mendoza, como cuando vencieron a su rival de hoy en la jornada clasificatoria. Convirtió el gol número 20 para los cuyanos para ponerse solamente un tanto debajo de los eternos candidatos. Restaba apenas un minuto y medio y el Regatas se prendía en llamas. Hacía calor, es cierto, pero habrá que corroborar si eran razones climáticas o el fulgor de las almas allí presentes quienes lo generaban.
El arco porteño volvió a caer. Un gol los separaba y el reloj decía que en 15 segundos se terminaba la historia. Después, un tiro libre a favor de los mendocinos. Y sólo 8 segundos señalaba el tanteador con los números más colorados que nunca. El silbatazo arbitral, la pelota en juego nuevamente y que pronto caerá en las manos de Agustín Palacio, que viste la 10 de los cordilleranos. Convierte faltando dos segundos y la parcialidad que los alienta no puede contener la alegría, que se materializa en alaridos impresionantes.
Esperan dos tiempos de 5 minutos, en los que no está permitido pedir tiempo extra. FEMEBAL los abrió con un gol al instante, pero automáticamente Lucentini puso el juego en tablas para la Asociación Mendocina. Después los capitalinos acertaron en una ráfaga y se alejaron tres goles de sus rivales. Pero la garra cuyana otra vez evitó el final del partido. Igualando en 28, con 5 segundos por jugarse y la pelota en poder de FEMEBAL, los arcos dijeron basta. El palo del arco de Tomás Di Bari pareció moverse para encontrar la pelota. La red que sostenía ya no debía envolver más balones. La chicharra sentenció el empate tras el suplementario.
Los entrenadores abrazan a sus arqueros, que encarnarán a los héroes del final de esta historia. Y alguien, de fondo, parece predecir el Destino: el golero capitalino Tomás Mendieta tiene la suerte escondida en la palma de sus manos. Por eso se agiganta. Por eso los cuatro penales que convertirá su equipo serán más que los tres que anotará Mendoza. Y la copa se irá esta tarde para Buenos Aires.
El arquero Tomás Mendieta contuvo el último penal instantes atrás y ahora festejan todos juntos.
FEMEBAL masculino, al igual que las chicas, se quedó con el título en Oro.
Mendoza tuvo una actuación brillante y el segundo puesto quedó en sus manos.
Un asistente mendocino atiende la congoja de uno de sus jugadores. Dejaron el alma, pero FEMEBAL pudo más.
Por Santiago Menichelli
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