Rubén Amarilla y Mauricio Díaz son la dupla arbitral que llegó desde más lejos en el espacio para presentarse al curso de capacitación de la Comisión de Árbitros e impartir justicia en el Encuentro de Menores de la Provincia de Chaco.
Rayada, lisa. La blanca se impulsa y hace rebotar una bola, que entra en uno de los agujeros diagonales, el más lejano desde donde estaba ubicada. Y festeja Chubut. Después es el turno de Santa Cruz, que erra pero se recompone en el siguiente tiro. Es un duelo de árbitros. Dos de los jóvenes que participan del curso y trabajan en el Encuentro son una pareja de Santa Cruz, los otros dos, de Chubut. Los santacruceños acaban de dirigir el partido de la jornada de jueves que tenían asignado; el importante duelo entre FEMEBAL y la Asociación Sanrafaelina de Balonmano, en el que los capitalinos se impusieron por un tanto y con un final emocionante. Ya bañados y en tranquilidad, el dúo de árbitros se acerca al buffet y acepta la contienda con los muchachos de la vecina provincia.
“Todos los cursos de la Confederación sirven, se aprende mucho. Ves el progreso que vas teniendo cuando llegás a tu Asociación y te ven en los partidos”, cuenta apasionado Rubén, de 21 años y oriundo de Río Gallegos, mientras espera por su turno. Reconoce que siendo árbitro “siempre hay protestas, pero la satisfacción de que te digan que mejoraste es muy grande”. Sabe muy bien que el sacrificio que hay que hacer en lo que tanto le gusta es muy grande: “Viajé a dos Nacionales en Chapadmalal y tuve que hacer una inversión de mi plata. Pero los dos eran con cursos para árbitros y valió la pena”. “Como pareja es la primera vez que estamos juntos en un Argentino, porque yo trabajaba con otro árbitro que tiene 25 años, y este curso es hasta 22. La única experiencia como pareja fue en un Provincial de Cadetes varones y mujeres de Río Turbio, hace poco”.
A diferencia de Rubén, que ya actuó como árbitro en 5 competencias a nivel nacional, su compañero Mauricio, de Río Turbio, tiene en esta semana la posibilidad de afrontar su segundo torneo: “El primero que arbitré fue en Embalse (Córdoba) y fue un Cadetes y Juveniles B”, relata. Él lleva el arbitraje en la sangre. Es que su padre, Carlos Díaz, fue árbitro Nacional B. “Además de mi papá, también tengo en la región a Claudio Méndez, que era la pareja de él cuando pitaban, y eso es importante porque te ayudan”.
Rubén afirma bien su mano derecha al taco, y tira. Pero el disparo no es bueno, y los chubutenses se regocijan. Aprovecha entonces para agregar: “Yo tengo a Alonso en la liga regional, para mí es excelente porque con gente como él aprendés muchísimo”. Después, al igual que lo hacen en el pool, asevera: “Quiero ir paso a paso, sin volverme loco”.
Falta poco para el final del partido, que está parejo como el que arbitraron hace menos de una hora. Mauricio, que también juega al handball cerca de su casa, explica de manera resumida y rápida cuál es para él la diferencia entre la carrera de jugador y la de árbitro, a la que elige por sobre la primera: “Para ser jugador a niveles importantes tenés que arrancar desde muy chico, y por ahí los equipos de Buenos Aires te llevan desde Menores, no esperan a Cadetes o Juveniles. Es muy difícil. En cambio arbitrando creo que podés llegar a donde te propongas”. Mientras su compañero habla, Rubén espera para hacer su tiro, pero escucha que se comenta respecto de la carrera que ama y completa: “Es así, sería un sueño recibirse de Árbitro Nacional, pero para mí ya es una meta haber venido acá”.
Luego, paradójicamente, el partido casi termina en tablas por una discusión reglamentaria. Santa Cruz cree que ganó pero los de Chubut, encabezados por Ernesto Chospi, aseguran que la última jugada no era válida. Al final, como caballeros, siguen. Pero el chubutense Pablo Jaramillo emboca la negra en el lugar equivocado. Está todo dicho, Santa Cruz se lleva gloria.
Por Santiago Menichelli